22 de enero de 2011

El celo de tu Casa


Mc 3,20-21

En aquel tiempo, Jesús volvió a casa y se aglomeró otra vez la muchedumbre de modo que no podían comer. Se enteraron sus parientes y fueron a hacerse cargo de Él, pues decían: “Está fuera de sí”.


COMENTARIO

Muchas personas iban tras Jesús porque conocían de lo que era capaz. Esperaban encontrar en Él un consuelo a sus muchas penas y, también, la curación a muchos males físicos.

Todo el mundo, sin embargo, al parecer, no lo comprendía porque les parecía que una persona que actuaba como lo hacía el Mesías no podía estar bien. Decían de Él que estaba “fuera de sí” como si hubiera perdido la cabeza o algo por el estilo. No entendían, a lo mejor, su misericordiosa forma de ser.

En otra ocasión, cuando entre en el Templo y vea a los cambistas y vendedores de animales para el sacrificio utilizando de forma no buena la Casa de su Padre y tanto se enfadara sus discípulos se acordaron de aquello que decía “el celo de tu casa me devora” y comprendieron lo que, entonces, hizo Jesús porque el amor por Dios era lo que le conducía en su vida.


JESÚS, muchos no te comprendieron a lo largo de tu vida pública. Decían, incluso, que no estabas bien, que habías perdido el juicio. Francamente eso podía parecer para unos corazones mundanos pero, en verdad, venir a hacer cumplir la Ley de Dios podía parecer, para muchos, cosa ilógica porque creían que la estaban cumpliendo. Pero tú sabías cuál era la Verdad.



Eleuterio Fernández Guzmán

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